domingo, 1 de noviembre de 2015

PUBLICACIÓN DE EXTRACTOS EN DIARIO DE NOTICIAS DE LA OBRA DE FERNANDO MIKELARENA SIN PIEDAD. LIMPIEZA POLÍTICA EN NAVARRA, 1936. RESPONSABLES, COLABORADORES Y EJECUTORES.





Reproducimos un reportaje publicado hoy, domingo 1 de noviembre, en Diario de Noticias de Navarra con extractos del libro de Fernando Mikelarena Sin Piedad (http://www.noticiasdenavarra.com/2015/11/01/sociedad/navarra/sin-piedad):

"A continuación se recogen varios fragmentos del último libro del historiador Fernando Mikelarena, ‘Sin piedad. Limpieza política en Navarra, 1936. Responsables, colaboradores y ejecutores’, publicado por Pamiela. En esta obra el autor realiza un estudio de la represión política acaecida en Navarra en 1936-1937, en el que trata de poner nombre a los responsables de la misma, intentando combatir la impunidad historiográfica de la que hasta hoy se han beneficiado quienes provocaron aquella tragedia.

Este libro profundiza en las responsabilidades de la limpieza política registrada en 1936 en Navarra, la provincia del Estado en la que la proporción de votantes al Frente Popular asesinados por los golpistas alcanzó cotas más altas. Sin piedad parte de la necesidad de una visión integral de aquel fenómeno, que incluya también a los responsables del mismo, habitualmente ausentes de los análisis por factores políticos y por tabúes sociales.

El repaso efectuado abarca a los responsables últimos (autoridades militares y jefes de las milicias carlista y falangista), a los ejecutores de los escuadrones de la muerte y a una extensa red de colaboradores anónimos, y contiene un análisis de las características del proceso de brutalización que afectó a ciudadanos aparentemente normales. Los rasgos de la dinámica represiva, la represión requeté y la represión falangista son estudiados de forma exhaustiva, así como la presencia en la sombra de las élites socioeconómicas navarras.

Por último, también se analizan las actitudes negacionistas y de falta de colaboración de los sublevados para con los familiares de los asesinados, al igual que los intentos de memoria inmediata y temprana desarrollados por estos últimos y por los sectores políticos que sufrieron aquella limpieza política. Cuestiones no examinadas con rigor hasta el momento, con lo que este libro abre una nueva forma de tratar a fondo la memoria de aquella atrocidad".

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“Esta investigación supone el primer intento realizado en España de ponderación en términos relativos, bajo la base de considerar el diferente peso de la población de izquierda, de las cifras de asesinados por los franquistas en nada menos que 37 provincias españolas completamente estudiadas hasta el momento. Como se verá, Navarra ocupa el primer lugar dentro de una clasificación provincial según el resultado de dividir el número de asesinados por el bando golpista entre el número de votantes del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Esa constatación no es fácilmente explicable, toda vez que no encaja con las conclusiones a las que han llegado los historiadores que se han preocupado por investigar de forma comparativa los efectos de la violencia política en la retaguardia de las guerras civiles, y que apuntan a que en los territorios tempranamente controlados, como el nuestro, la represión no suele mostrar niveles intensos.”

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“La limpieza política y la aniquilación del adversario ideológico por parte de los sublevados no fue un efecto del fracaso del ejército rebelde y de sus aliados -requetés y falangistas, sobre todo- al no poder llevar a cabo una rápida conquista de Madrid, ya que las órdenes dispuestas por Mola eran claras desde el primer momento en cuanto a la extensión a la retaguardia del conflicto.

El general Mola declararía a Radio Castilla de Burgos el 31 de julio de 1936: «Yo podría aprovechar nuestras circunstancias favorables para ofrecer una transacción a los enemigos; pero no quiero. Quiero derrotarlos para imponerles mi voluntad, y para aniquilarlos».

La imposición del terror era «el producto de un cálculo frío y deliberado de los militares insurgentes y de sus aliados civiles» para la construcción del nuevo Estado mediante la eliminación de los enemigos y la tabla rasa de la República. Además, la terrible dureza de la limpieza política partía de la asunción del principio de «represión preventiva», por parte de unos militares acostumbrados a la crueldad con los indígenas en Marruecos, con el objetivo «de impedir toda organización de resistencia, paralizar psicológicamente a los posibles adversarios por medio del terror y lograr la colaboración de los indiferentes».”

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“La conquista de algunas zonas de la Ribera, como la Ribera estellesa, caracterizada como la Ribera roja, tuvo un carácter de campaña estructurada. Hay que recordar que en la Ribera estellesa había unas serie de pueblos en los que la izquierda estaba ciertamente asentada. En Sartaguda la izquierda venció rotundamente a la derecha, en Andosilla, Lodosa y Mendavia el triunfo fue mucho más ajustado y en Azagra y en Cárcar las fuerzas entre ambos electorados estaban bastante igualadas. Otros pueblos de la misma Ribera estellesa, o de la zona inmediatamente colindante, en los que la izquierda tenía una presencia considerable eran Miranda, Falces y Peralta con más de seis votantes izquierdistas por cada diez de la derecha.

En la Ribera tudelana la conquista de las localidades tuvieron también carácter de acción de guerra considerada notable por los sublevados en algunos casos concretos como Tudela, Ribaforada, Cascante y Corella. Las expediciones de control de los pueblos y las batidas de los días subsiguientes se comprueban por toda la Ribera. Tenemos muchos documentos y testimonios que acreditan esa conquista de la Navarra roja y la realización de esas batidas y que hablan de toda su dimensión y significado.”

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“Los centros de detención en Navarra durante el verano y otoño de 1936, momento culminante de la represión y de la limpieza política de retaguardia vivida en la Guerra Civil, pueden clasificarse en tres grandes categorías según su ubicación geográfica: los localizados en Pamplona (la Prisión Provincial; el Fuerte de San Cristóbal; la cárcel de Escolapios, dependiente de la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra; y la cárcel de Salesianos, dependiente de la jefatura provincial de la Falange), los localizados en las cabeceras de los partidos judiciales (las prisiones de distrito de Tudela, Estella, Tafalla y Aoiz) y las cárceles de los ayuntamientos o depósitos municipales. Además de esos centros hubo centros eventualmente utilizados de forma transitoria como la plaza de toros, así como algunos conventos, en este último caso reservados para familiares de presos o de personas huidas.”

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“Hemos encontrado testimonios, tomados del fichero de combatientes que se conserva en el Archivo Real y General de Navarra y basados en las propias declaraciones autoenunciadas por los mismos combatientes, que expresan que un número importante de personas acudieron de los pueblos a la capital para participar en esas labores represivas de retaguardia.

El más expresivo de todos esos testimonios fue el de un vecino de Barásoain, Juan Mañú Flamarique, de 43 años de edad, casado y con cinco hijos. Juan Mañú Flamarique se movilizó el 9 de septiembre de 1936 en el Tercio Móvil del Requeté. En su ficha Juan Mañú Flamarique cuenta que «se incorporó en Pamplona, saliendo voluntario para el fusilamiento de enemigos detenidos [sic], siendo después destinado a servicios auxiliares de venta de gasolina y de esto al taller de confecciones ropas para el Ejército».

De otro vecino de Barásoain también consta una descripción contundente de su labor en retaguardia: Atilano Areces Solchaga, estudiante falangista de 22 años, «al estallar el Movimiento se presentó en Pamplona encomendándole inmediatamente la misión de practicar registros domiciliarios en esta Capital, pasando después a Valcarlos en vigilancia de fronteras, hasta que accidentalmente en su domicilio murió de accidente casual» el 3 de octubre de 1936.”

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“Un superviviente de una saca realizada desde la cárcel del distrito de Estella, el cenetista José Méndez Arbeloa, relató a José María Jimeno Jurío el 3 de septiembre de 1979 detalles de la misma. Tras ser detenido en Andosilla estuvo cuarenta días en la cárcel de Estella. En dos ocasiones gente de Estella fue a la cárcel pidiendo la cabeza de los presos por la muerte en el frente de dos combatientes de la ciudad, uno de ellos un Ruiz de Alda, sin que pasara nada. El 7 de septiembre de 1936, al anochecer, Méndez vio desde la celda al cura de Andosilla Cayo de Luis, con lo que el preso prefiguró cuál iba a ser su destino. Esa misma noche les sacaron diciéndoles que les llevaban al Fuerte de San Cristóbal. Les llevaron hasta pasado Oteiza de la Solana. En la saca iban tres de Mués y siete de Andosilla y también otros cinco o seis de Los Arcos. Fueron confesados por un fraile o cura que le dio un golpe con un crucifijo en la boca porque se negaba a besarlo. José Méndez no fue herido en ninguna de las cuatro descargas de fusilería que hubo y tampoco fue herido en la tanda de tiros de gracia. Cuando se fue el piquete se levantó, se desató y comenzó a huir hacia el sur siguiendo el curso del río Ega. Finalmente llegó a su casa de Andosilla donde estuvo escondido catorce meses, hasta que pudo escapar a Francia gracias a una red de evasión de la que tuvo conocimiento porque su cuñada oyó una conversación en una casa en la calle Descalzos de Pamplona donde lavaban la ropa a su marido.”

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“La Junta Central Carlista de Guerra de Navarra surgió en la noche del 19 al 20 de julio. Según se cuenta en la Historia de la Cruzada Española dirigida por Joaquín Arrarás Iribarren, su constitución fue debida a una iniciativa del coronel Beorlegui, nombrado Jefe de Orden Público por el general Mola el día 18 con el fin de controlar la situación en Pamplona, cerrar locales y detener a izquierdistas. […]

Requetés fueron los responsables de la saca de Tafalla de 21 de octubre que motivó el fusilamiento masivo de 64 personas en Monreal. También lo habrían sido en el fusilamiento en el mismo lugar un mes antes de varios vecinos de Aoiz y de su comarca, de las que se sabe que con posterioridad a su detención, estuvieron ingresados en la cárcel de Escolapios. También hay testimonios de su participación directa, pero no exclusiva, en la matanza de Valcardera. […] Toda la capacidad y animosidad represiva de la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra se canalizaba a través de un equipo dirigido por Esteban Ezcurra Arraiza, en el que los dos integrantes principales eran Benito Santesteban Martínez y Vicente Munárriz Sanz de Arellano.”

[…]

“Una de las cuestiones más llamativas para el historiador es el escaso conocimiento que tenemos de la estructura en Navarra de Falange Española de las Jons, tanto con anterioridad a julio de 1936 como en los meses que transcurren desde entonces hasta el decreto de unificación. La falta de documentación sobre dicha formación por destrucción premeditada de la misma hace que nos veamos obligados a bucear en la bibliografía y en las hemerotecas para obtener algunos pocos datos, demasiado pocos cabría decir, de los que inferir algunas conclusiones que, en ocasiones, resultan ser contradictorias porque los relatos de algunos protagonistas no casan con aquellos ni entre sí.

En las referencias acerca de la represión protagonizada por la Falange en Navarra suele repetirse una y otra vez el papel jugado por la Escuadra del Águila de Pamplona. […] Pedro González Labairu, telegrafista que trabajaba en Pamplona, narraba a José Miguel de Barandiarán en su informe de 5 de octubre de 1937 que «La Cuadrilla llamada del Águila estaba mandada por Apesteguía. Les conocíamos personalmente y la cuadrilla la componían 22 individuos. El automóvil que llevaban tenía el nº 34. […] La cuadrilla citada mataba por iniciativa de Falange. Moreno era el Jefe Provincial y Apesteguía era su brazo derecho. Hay otro segundo asesino, que es el Chato de Berbinzana, quien se calcula que él solo ha matado más de 1.000 personas».”

[…]

“Los sublevados y los sectores afines que les apoyaban iniciaron rápidamente una campaña de silenciamiento y de desmemorización de las víctimas causadas por ellos mismos entre los sectores políticos contrarios al golpe de Estado.

El silenciamiento y la desmemorización fue una estrategia terapéutica para extinguir el sentimiento de culpa, habida cuenta, sobre todo, de la extensa red de colaboradores que participaron en la limpieza política registrada. A la vez, la mencionada estrategia se acompañó de una estrategia de exaltación de los combatientes propios muertos en combate que trataba de contrarrestar las dimensiones de la tragedia vivida por los republicanos e izquierdistas navarros y por sus familiares en una provincia en la que no hubo ningún frente y que fue retaguardia estricta, así como la posible proyección de culpabilidad que ello generaba entre los victimarios.

Tal y como comentan Gómez Bravo y Marco, se conformaban dos comunidades en relación con los muertos propios en combate del bando triunfador y con los muertos fusilados del bando perdedor. Mientras los primeros fueron exaltados públicamente por las autoridades durante décadas a través de los monumentos a los mártires, los rituales funerarios y los homenajes a los caídos, los segundos pertenecían a «la comunidad del castigo», que «en cambio, era un territorio velado. Toda la sociedad conocía a sus miembros y sus sentimientos, pero la exhibición pública, a partir de 1937, quebraba un tabú social establecido en su entorno». Ambas comunidades, «una pública y otra privada, se mantuvieron más allá del final de la dictadura, y aunque han transcurrido más de treinta años desde la muerte del dictador, sus consecuencias todavía permanecen latentes.”.

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